imagínese esto, caro lector:
usted llega a la estación y se encuentra con las boleterías desiertas, pero no se preocupa, porque tiene boleto ida y vuelta. sube al tren como puede, porque es hora pico y viajan setecientas personas por vagón. usted, como todos los demás pasajeros, está cansado por un largo día en el trabajo. pasan diez minutos y el tren no sale, pasan veinte, treinta, cuarenta minutos y entonces la voz de la estación anuncia que no sale ningún tren porque se quedó una formación a la entrada de la estación (que tiene catorce andenes, ademas de los talleres, pero sólo dos vías para que los trenes entren y salgan). dígame, ¿usted, no sentiría bronca e indignación? ¿no le gustaría romper todo? cuántas veces nos dan ganas de prender fuego todo, pero nos contenemos porque somos una sociedad supuestamente civilizada. dice una canción:
uno aguanta, aguanta, aguanta, hasta que un día no aguanta más y los manda a todos a la reputísima madre que los remil parió . esto es, creo, lo que pasó ayer. los usuarios del ex Roca se cansaron y rompieron todo. claro, lo que no pensaron, en el momento de furia, es que si los ferrocarriles reciben subsidios, ahora van a pedir más, para arreglar lo que los usuarios rompieron, y esa plata sale de los mismos bolsillos de los que rompieron todo y de todos los demás también. entiendo que te tratan mal, te ponen cara de orto cuando te atienden, dan un servicio de mierda y siempre pensé que sería lindo romper todo, pero ahora que lo veo, ya no me gusta tanto la idea.
no sé, la protesta, como tantas otras, es lícita; el método, tal vez no.